Pese
a que Edgar Morin y Paulo Freire son de
continentes diferentes y por tanto de realidades desiguales, nos invitan a construir una educación diferente dentro de este mundo
globalizado en el que somos responsables de las trasformaciones educacionales.
Morin
nos señala que todo conocimiento está sujeto al error y a la ilusión y solo a
través de la racionalidad podremos combatirla mediante una autocrítica constante.
Es por esto que también lo inesperado nos sorprende ya que estamos en un mar de
seguridad en el que no dejamos abierta la puerta para hechos nuevos. Mi
conocimiento debe ser pertinente al contexto donde se desenvuelve y por sobre
todo global, centrada en la cultura de los seres, reconociendo su identidad,
defectos, valores, pensamientos, etc. es aquí donde se trasmitirá el conocimiento.
Freire
nos enseña que la educación es un acto creativo, crítico y no mecánico, es
aceptar al otro tal cual es, exige reconocerlo y aceptarlo con sus valores,
porque él me necesita pero yo también necesito de él. Busca a través de la
educación dignificar al ser humano pero este debe ser un ente activo en la
construcción de su propio conocimiento ya que solo así lograra la liberación y
la trasformación de su mundo. La misión por tanto es ser artistas para rehacer,
redibujar, re colorear, reencantar a los educandos, con el fin de que puedan
alcanzar sus sueños, cambios que van desde
su interior y también desde el entorno lo que es necesario para trasformar su
realidad.
Para
ellos el proceso de educación implica la empatía y el conocimiento humano, para
lograr la unidad planetaria, desarrollando una ética de comprensión, respetando
las desigualdades e igualdades, el género, para provocar autonomía, sentido de
pertenencia y seres humanos más libres, comprometiendo a todos los educadores
con la pedagogía del amor porque solo el amor logra que el educador tenga una
actitud adecuada para comprender los sentimientos del educando y, en cierto
modo prever su comportamiento.